
Para el viajero que desee ingresar al mundo azul de Frida Kahlo, hay algunas tareas prácticas que previamente deberá completar, a saber: hacer la fila en la entrada ( se puede evitar comprando las entradas online) y, al llegar a la taquilla, desembolsar una cantidad, por lo menos generosa, de dinero (solo efectivo) para adquirir cosas tales como el ticket de entrada, el permiso de fotografía, un dispositivo con audio-guía informativo y un folleto ilustrado.


No obstante, una vez adentro, el universo creativo de Frida se despliega ante turistas, viajeros y curiosos que caminan de a decenas entre los jardines, salas y corredores intentando absorber toda esa magia azul mexicana.


Y es que todo en ese lugar se complementa para hacerle poner a uno la piel de gallina: sus cuadros y los de Diego, sus objetos personales y las fotografías de la pareja y de todos los que alguna vez habitaron la casa, las cuales se exponen por todos los salones del museo.

La casa azul es el segundo lugar en el mundo en el que la emoción se me sale por los ojos, por el simple hecho de estar de pie allí mirando todo lo que está a mi alrededor.

Y camino por todos los recovecos, observando todas y cada una de las fotos, admiro las pinturas y me la imagino a ella, con su séquito de animales, sentada en el jardín, o en su sillas de ruedas frente al atril del estudio, dándole vida a alguna de esos lienzos sacados de su propia realidad, de la imagen que le devolvía el espejo o de los ojos de Diego, todo con el condimento amargo del dolor proveniente directamente de sus entrañas o del fondo más oscuro de su corazón.



Y luego de pasar a elegir algo en la tienda de recuerdos que da al jardín (recomiendo el diario de Frida Kahlo), me retiro. Cruzo el umbral de esa casa y abandono aquel mundo azul para ingresar nuevamente al presente y a la realidad de mis vacaciones en la ciudad de México, pero me llevo un montón de fotos que tome para amortizar el precio del permiso, y sobre todo me llevo un corazón que, tras unas horas de arte mexicano, se ha vuelto un poco más sensible.

La casa museo de Frida Kahlo queda en la Calle Londres 247, en el barrio de Coyoacán, México: