Es una mañana de Abril y yo estoy en Tulum, México. Todas las postales paradisíacas que vi antes de venir eran ciertas: este lugar es maravilloso. Sin embargo tengo un mal humor que me lleva el diablo. La razón principal es que tengo calor, mucho calor, y eso no salía en las postales. Para peor, me vestí con la ropa menos adecuada.

Voy caminando y miro, pero no veo nada a mi alrededor: ni las ruinas mayas, ni la vegetación ni la fauna del lugar. Lo único que mis ojos en llamas buscan es la bajada a esa playita de ensueño que también vi en las postales. Y por fin, allí está: sólo unos escalones de madera que arden bajo el sol me separan del chapuzón mas refrescante de mi vida. Cuarenta minutos después, ya estoy lista para seguir: sigue haciendo calor pero ya no estoy tan contrariada con la vida.

Mirador del paraíso
Turistas rostizados en la zona arqueológica.
Las iguanas también salen a refrescarse.
Visitantes al sol

Tulum es uno de esos paraísos en la tierra de tapa de revista de viajes: arena blanca, océano transparente, palmeras al viento y barcas de pescadores. Para coronar, unas ruinas milenarias con una historia más que interesante, porque estos mayas sí que sabían dónde construir sus ciudades.

Para llegar desde Playa del Carmen, como en nuestro caso, se puede tomar el ADO que tiene su parada en la entrada a las ruinas, sobre la ruta. Allí hay algunas instalaciones, negocios pintorescos y hasta un Starbucks. Sí, el paraíso también está globalizado.

Starbucks en la entrada a las ruinas de Tulum
Locales de artesanías
Un ritual “maya” nos da la bienvenida.

Para llegar al predio de las ruinas, se puede simplemente caminar los cientos de metros que lo separan de la entrada, o tomar una especie de vagón enganchado a un tractor que por un pequeño pago realiza el mismo recorrido. El paseo se puede hacer por cuenta propia o con guía. La historia y las características del lugar las pueden leer acá, ya que como habrán podido apreciar al inicio del relato, yo no estaba especialmente concentrada en ese tema.

Transporte de vistantes
Boleteria en la entrada a la zona arqueológica.

Luego de pasar la mañana recorriendo el lugar, se puede seguir camino alrededor de uno o dos kilómetros más, para conocer las demás playas de Tulum, que les aseguro no tienen desperdicio. La tarde termina bebiendo una cerveza, o algún aperitivo bajo una sombrilla, con los pies enterrados en la arena y la vista perdida entre las olas del mar: pues no existe mal humor que resista a este lugar.

La vista desde mi reposera
Que viva México, cabrones!

 

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